Quitamos la piel a los tomates. Para eso los vamos a escaldar. Le hacemos una cruz con un cuchillo en el culo del tomate, y los metemos durante 1 minuto en una cacerola con agua hirviendo. Tras ese minuto los sacamos y los metemos en otro recipiente de agua con hielo. Así los pelaremos mucho más fácil.
Cortamos el tomate transversalmente y con los dedos vamos quitando las semillas y lo picamos en trocitos pequeños. Se nos habrá quedado ½ kg de pulpa de tomate. Es recomendable pesarlo.
Al medio kilo de tomates le añadimos la mitad de su peso en azúcar, 250 gr. (125 gr. de azúcar moreno y 125 gr. de azúcar blanca) y lo dejamos macerando durante 30 minutos, mezclándolo bien, para que el azúcar se disuelva en el agua que suelta el tomate.
Pasado ese tiempo ponemos el tomate con el azúcar en una cacerola (mejor que sea alta porque salpica mucho y quema), le añadimos el zumo de medio limón (50 ml.) y lo ponemos a fuego medio durante 10 minutos, quitando la espuma que se va formando.
Subimos a fuego fuerte durante 2 minutos (para eliminar los posibles gérmenes o toxinas como la que causa el botulismo) que puede afectar a la conserva) sin dejar de remover y con cuidado de no quemarnos con las salpicaduras.
Bajamos a fuego lento y lo dejamos durante 10-15 minutos hasta conseguir la textura deseada de la mermelada (sin consumir todo el líquido).
Retiramos del fuego y dejamos enfriar antes de verterlo en el tarro de conserva, sellándolo al baño maría si no lo vamos a consumir en los días sucesivos.