Batimos la mantequilla con el azúcar con las varillas eléctricas durante unos minutos hasta que esté bien integrado.
Añadimos el huevo y continuamos batiendo un par de minutos.
Incorporamos la harina, la pizca de sal, la levadura y la canela molida mezcladas, tamizando todo sobre nuestra mezcla. Mezclamos con una espátula hasta que ya tengamos que trabajar la masa con las manos y obtengamos una bola homogénea y compacta.
Envolvemos esta bola de masa un poco aplanada en papel film y la metemos en el congelador durante 20 minutos.
Cuando haya cogido cuerpo, ponemos la masa entre dos papeles film y estiramos con un rodillo hasta conseguir un grosor de 2 milímetros (es importante que todas las galletas tengan el mismo grosor, si no las más finas se quemarán mientras que las más gruesas quedarán poco hechas). Volvemos a meter la masa estirada en la nevera 10 minutos.
Cortamos las galletas con un cortapastas rectangular (el mío es de 9,5×4 cm, especial para estas galletas) o bien a cuchillo. Repetimos el proceso hasta cortar todas las galletas, aprovechando toda la masa (si notamos la masa blanda y se nos rompe o deforma al cortar las galletas, la metemos otros 10 minutos en la nevera)
Mezclamos el azúcar y la canela molida y espolvoreamos por encima de las galletas con un colador pequeñito.
Cuando tengamos todas las galletas en la bandeja sobre papel vegetal las horneamos a 180ºC durante unos 8 (depende de cada horno) hasta que estén doraditas pero no muy tostadas y las dejamos enfriar sobre una rejilla.