Cortamos unos 200 gr. de jamón ibérico y lo picamos en la picadora muy bien. Reservamos.
Picamos una cebolla en trocitos muy pequeños y la pochamos en una sartén con 70 gr. de aceite de oliva y 30 gr. de margarina vegetal a fuego medio bajo hasta que esté bien dorada y blandita.
Incorporamos entonces el jamón picado y lo doramos un par de minutos con la cebolla.
Incorporamos la harina de trigo y la tostamos unos minutos hasta que coja un color marroncito, así las croquetas no sabrán a harina cruda.
Añadimos un poco de nuez moscada, sal y pimienta negra molida al gusto. Incorporamos poco a poco y en varias tandas el litro de leche que previamente habremos calentado. Vamos removiendo con unas varillas a medida que vamos incorporando la leche caliente, disolviendo bien la harina tostada.
Cuando tengamos todo mezclado, tenemos que cocer bien la bechamel, durante al menos unos diez minutos a fuego medio, hasta que la masa se despegue bien de las paredes de la cacerola.
Cuando está lista, la dejamos enfriar, la pasamos a un recipiente bien tapado con film y la reservamos en la nevera toda la noche.
Al día siguiente ya podremos hacer las croquetas. Con la ayuda de dos cucharas o con las manos (o incluso con manga pastelera) le vamos dando la forma que queramos.
Preparamos tres platos, uno con harina, otro con dos huevos batidos y otro con pan rallado, y por último una bandeja para ir colocando las croquetas ya empanadas. Pasamos la croqueta primero por harina, y pasando de una mano a otra quitamos el exceso de harina. Con dos tenedores la mojamos en huevo batido y por último por pan rallado. Cuando estén listas podemos congelar las que no vayamos a freír.
En una sartén con abundante aceite de oliva o de girasol a 180ºC freímos las croquetas de tres en tres, para que no baje demasiado la temperatura del aceite. Cuando estén doradas por todos lados las sacamos a un papel absorbente y listas para comer.